"La Traición y la Ingratitud: Cuando el Poder Ciega y la Justicia Divina Actúa"
Noticias
www.sinnadaqueocultarrd
Hasta Dios tuvo que ponerle freno a Lucifer en el cielo, logrando arrojarlo a la tierra junto a los demás ángeles por traidores.
POR: ANDRÉS CASTILLO
Santo Domingo - En la historia de la humanidad, los actos de traición e ingratitud han sido constantes, manifestándose en diversas circunstancias y estructuras de poder. Desde los tiempos antiguos hasta la actualidad, se han registrado incontables casos de individuos que, con artimañas y engaños, han logrado ascender en posiciones privilegiadas solo para, una vez en el poder, olvidar a aquellos que los ayudaron y traicionar la confianza depositada en ellos.
Este fenómeno se repite constantemente en distintos ámbitos de la sociedad. Personas que en su momento se presentaron como humildes y agradecidas, luego de alcanzar sus objetivos, muestran su verdadera naturaleza. A través de tácticas de manipulación y camuflaje, han logrado escalar posiciones, engañando a quienes les rodean y usando a otros como simples instrumentos para su beneficio personal. Sin embargo, la historia y la justicia, tanto humana como divina, han demostrado que este tipo de comportamiento tiene sus consecuencias.
En una reciente asamblea, quedó evidenciado el rechazo hacia una figura que, después de haber alcanzado el éxito gracias al respaldo y apoyo de muchos, decidió renegar de aquellos que lo ayudaron en su ascenso. La reacción de la comunidad fue contundente y sin titubeos: el repudio generalizado demostró que la ingratitud no es bien recibida y que aquellos que actúan con prepotencia y maldad tarde o temprano enfrentan las consecuencias de sus actos.
La traición, además de ser una afrenta moral, genera divisiones y conflictos, impactando negativamente en el desarrollo de las comunidades y organizaciones. En muchos casos, quienes han sido víctimas de estas prácticas se ven forzados a tomar decisiones extremas, como el alejamiento o la renuncia, para evitar seguir sufriendo el abuso de aquellos que una vez llamaron amigos. Sin embargo, el tiempo es el mejor juez, y las consecuencias no tardan en llegar.
La historia ha demostrado que la arrogancia y la soberbia son efímeras. Las personas que abusan del poder y que traicionan la confianza de sus allegados suelen terminar aisladas, repudiadas por aquellos que un día les brindaron su apoyo incondicional. La sociedad actual ya no tolera los abusos ni la manipulación, y cada vez más individuos se alzan en contra de estos comportamientos tóxicos, dejando claro que la justicia siempre prevalecerá.
Dios mismo, en su infinita sabiduría y justicia, no tolera la ingratitud ni la traición. Como se ha visto a lo largo de la historia, aquellos que han actuado con maldad y prepotencia terminan por caer de la misma manera en que subieron: traicionados por su propia ambición desmedida. El castigo divino no se hace esperar, y aquellos que han obrado mal pronto enfrentan las consecuencias de sus acciones.
El mensaje es claro: la lealtad, la gratitud y la integridad son valores fundamentales que deben prevalecer en toda sociedad. El poder es pasajero, pero la memoria de los actos realizados perdura en el tiempo. Aquellos que hoy creen tener todo bajo su control deben recordar que la justicia, tanto terrenal como divina, siempre cobra su precio. La ingratitud no solo destruye relaciones, sino que también sella el destino de quienes la practican.
En un mundo donde la verdad y la justicia siguen teniendo un valor incalculable, el llamado es a la reflexión. ¿Cuál será el legado que dejaremos? ¿El de la traición y la ingratitud, o el de la lealtad y la nobleza? La respuesta está en cada uno de nosotros.
Noticias
www.sinnadaqueocultarrd
Publicar un comentario