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Las diferentes vidas de los militares y policías: de la actividad a la pensión y el legado de sus acciones

Las diferentes vidas de los militares y policías: de la actividad a la pensión y el legado de sus acciones

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Por Andrés Castillo

Santo Domingo-- La vida de un militar o policía activo es, en muchos casos, una vida de sacrificio, honor y responsabilidad. Sin embargo, también está marcada por desafíos, presiones internas y externos, que pueden poner a prueba la integridad de quienes pertenecen a estas instituciones. 

Para muchos, ingresar a la milicia o la policía nacional representa una oportunidad de servir a su país, ganarse el respeto y, sobre todo, contribuir a la seguridad y el bienestar de la sociedad. Pero, como ocurre en todos los campos, no todos los que ingresan lo hacen con las mismas intenciones, y algunos se desvían del camino debido a intereses personales, presiones de superiores, o situaciones que afectan su juicio y comportamiento.

A lo largo de su carrera, muchos de estos servidores públicos pasan por situaciones que marcan su camino y dejan huella en su vida y la de quienes los rodean. El uniforme, que inicialmente representa el compromiso con el país, en algunos casos es utilizado como un medio para ejercer poder, manipular, y hasta cometer abusos. Las secuelas de estas acciones no solo se limitan al presente, sino que perduran incluso después del retiro o la pensión.

Es común que algunos militares y policías, durante su paso por estas instituciones, sean denunciados por abuso de poder, maltrato y conductas éticamente cuestionables. En muchos de estos casos, las autoridades superiores, por diversas razones, eluden su responsabilidad y optan por hacerse de la vista gorda, ya sea por vínculos de amistad, favores recibidos o complicidad tácita. Esto deja a muchas víctimas desprotegidas y a las instituciones dañadas, ya que el incumplimiento de la ley por parte de quienes deberían hacerla cumplir crea un ambiente de desconfianza.

Las preguntas surgen de inmediato: ¿Realmente conocen los militares y policías las leyes que deben proteger? ¿O las obvian cuando les conviene, anteponiendo sus intereses personales a su deber? En la Ley No. 590-16 de la Policía Nacional, en su Artículo 32, se establece que la Dirección de Asuntos Internos es la encargada de investigar las violaciones al régimen ético y las inconductas de los servidores policiales. Sin embargo, estas normativas son muchas veces ignoradas, ya sea por la falta de aplicación efectiva o por la permisividad dentro de las instituciones.

Cuando un militar o policía es pensionado o retirado, el panorama cambia drásticamente. La fuerza y el respeto que antes se derivaban de su rango y uniforme desaparecen.

 La mayoría de aquellos que en su tiempo le obedecían, ya no lo harán. La imagen que tenían de ellos cambia, y muchos se convierten en figuras de rechazo o desprecio. Lo peor de todo es que el daño que se haya causado durante su tiempo en activo no se olvida fácilmente.

 Los enemigos que se crearon, muchas veces sin necesidad, persisten incluso después del retiro. Es entonces cuando se enfrenta la dura realidad de que el respeto que antes se tenía ya no existe, y lo que queda es el resentimiento y el desprecio de aquellos a quienes se les hizo daño.

Además, las consecuencias no solo recaen sobre el exmilitar o expolicía, sino también sobre su familia. Los seres queridos que compartieron su vida y carrera, ahora deben cargar con las huellas de su comportamiento. El odio generado por los abusos cometidos, se extiende y afecta a aquellos que, sin haber tenido responsabilidad alguna en las decisiones, sufren el estigma y el rechazo de la sociedad.

Muchos de los que sirven en las fuerzas armadas o en la policía nunca llegan a reflexionar sobre las implicaciones de sus acciones mientras están activos. El sentido del servicio hacia la sociedad se ve opacado por el abuso de poder y la corrupción interna. Olvidan que el propósito de sus funciones es proteger y servir a los demás, no intimidar, maltratar o aprovecharse de su posición para beneficio propio. Además, se cae en el error de creer que los cargos y las posiciones son eternos, cuando la realidad es que todo tiene un final.

El Estado está dirigido por civiles, no por militares ni policías, y muchos caen en la trampa de desconocer esta realidad. Aquellos que se creen invulnerables debido a su rango y jerarquía terminan pagando las consecuencias de sus actos, muchas veces demasiado tarde.

 La pregunta es, ¿Cómo se deshacen de los enemigos creados durante su tiempo activo? ¿Cómo afrontan las consecuencias de sus malas decisiones, especialmente cuando las víctimas siguen presentes dentro de las instituciones y en la sociedad?

El retiro de un militar o policía no significa el final de su lucha interna ni la resolución de sus conflictos. Al contrario, es el momento en que se enfrenta al legado de sus actos y a las consecuencias de su comportamiento. ¿Qué bienestar ha dejado atrás? ¿Qué huellas se han marcado en su camino y en el de aquellos que lo rodearon?

La lección que debemos aprender de todo esto es que aquellos que ocupan cargos de poder, ya sea en la milicia, la policía o cualquier otra institución, deben actuar siempre con ética, respeto y empatía. Es fundamental sembrar paz, armonía y comprensión para vivir en un entorno de verdadera justicia. Solo así se puede esperar vivir en paz, sin el temor constante de la venganza, el odio o las consecuencias de los abusos cometidos en el pasado.

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