Traidores disfrazados de aliados: una verdad incómoda
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Por: Andrés Castillo, periodista independiente
Santo Domingo-- En el transitar de la vida y la carrera profesional, uno no tarda en descubrir que no todos los que te rodean celebran tus logros. Algunos te aplauden de frente y te apuñalan por la espalda.
Otros, incapaces de soportar tu crecimiento, harán hasta lo imposible por bloquear tu camino. Les incomoda tu avance porque sienten que no lo mereces. Les duele que, sin deberles nada, sigas escalando mientras ellos se consumen en su estancamiento.
Son personas de doble moral: te llaman, te saludan, se presentan como amigos, pero en la sombra activan todo tipo de estrategias para que no avances. La envidia los guía y el egoísmo los consume. Su miedo no es que falles, su verdadero temor es que triunfes.
A lo largo de mi vida he aprendido una lección fundamental: a esas personas hay que mantenerlas lejos. No se les debe odio, pero tampoco confianza. Si en algún momento necesitan ayuda y puedes brindársela, hazlo no por ellos, sino por ti, pero no les abras la puerta a tu círculo ni a tus propósitos. Porque si han sido capaces de intentar frenarte sin saber tus planes, imagina lo que harían si los conocieran.
Estas personas no solo hablan mal de ti, también inventan, mienten, manipulan y crean escenarios para desacreditarte. Pero olvidan algo clave: la verdad siempre sale a la luz, y quienes realmente te conocen terminarán por contarte todo.
En mi caso personal, no me cabe la menor duda: me han intentado frenar, han movido piezas, han tocado puertas con mentiras. Pero hay algo que nunca podrán controlar: mi fe. Mientras me guíen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, no temeré a nadie. Las evidencias están ahí: a pesar de sus intentos, sigo de pie, sigo creciendo y sigo avanzando.
Esta es una reflexión para quienes, como yo, han sido blanco de la traición, de la envidia y de la mala fe. Que nadie apague su luz. Que nadie limite sus sueños. Que se preparen quienes han obrado mal, porque el tiempo de Dios es perfecto, y ahora, es Él quien toma el control.
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